A raíz de la huelga general, los medios de comunicación españoles y, especialmente, catalanes se lanzaron con rabia digna de mejor causa en contra de lo que ellos llamaron vándalos, violentos, antisistema. Los periodistas, defensores acérrimos del sistema, no quieren grietas. En lugar de centrar las noticias en la respuesta a la convocatoria de huelga general o en los motivos de desigualdad social y de penuria económica que la motivaron, prefirieron criminalizar a unos jóvenes que habían quemado un coche de la policía municipal y que habían ocupado un edificio de la Plaça Catalunya de Barcelona que, ahora lo sabemos, debe acabar alojando a la multinacional Appel. Pero, qué curioso, días después, en Francia se desata una tormenta política, huelgas, manifestaciones, barricadas... Los periódicos colocan en primera página fotografías de coches incendiándose, pero a los jóvenes franceses no se les criminaliza, ya no son vándalos, la noticia se centra, cómo debe ser, en la fractura del Estado del bienestar. (Por cierto, Xavier Montanyà publicó un artículo especialmente lúcido sobre la cuestión: http://www.vilaweb.cat/mailobert/3785585/sospitosos-habituals.html. Y más recientemente, se ha lanzado un manifiesto en contra de la criminalización de los movimientos sociales de nuestro tiempo: http://manifestx.wordpress.com/firmantes-signants.)
Otros tantos periodistas (¿quizá eran los mismos?, lo más probable) se hicieron eco de los datos de una encuesta que revelaba que los catalanes manifestaban un mayor desapego a la democracia que los españoles. Y entonces vino el diluvio de los elogios hacia el sistema, se citó una y mil veces aquel rebuzno intelectual de Winston Churchill según el cual la democracia es el menos malo de los sistemas políticos. Y, de aquí, se voló hacia el repudio de las dictaduras cubana, china y soviética (sí, la soviética también, porqué aunque ya no exista, les interesa reavivar constantemente a sus demonios particulares). Una vez más, se prefiere condenar a lo abstracto, a lo lejano o a los indefensos que reflexionar sobre las enfermedades del sistema propio. (Por ejemplo, ahondar en las connivencias políticas en los casos del Palau de la Música, o de la Fundació Caixa Girona. Resulta grotesco que algunos miembros del antiguo consorcio del Palau, que adujeron que Félix Millet les había engañado, y no se dieron cuenta de la estafa, en lugar de descansar durante un tiempo para purgar por lo menos su candidez, si no su incompetencia, sigan pontificando desde varias poltronas periodísticas o incluso creen nuevos círculos culturales.) ¿Acaso ilegalizar partidos políticos no es un acto dictatorial por más que se pongan de acuerdo todos los otros partidos? Si se ponen de acuerdo en esto, ¿no podrían acordar también coartar la libertad en otros registros? Porqué ilegalizando un partido o encarcelando a sus dirigentes (a pesar de qué a éstos no se les conozca ningún crimen fáctico), se está privando a una parte de la sociedad de la libertad de votar aquello que crea más conveniente, guste o no guste al resto de ciudadanos.
Teniendo en cuenta la para mí inesperada repercusión de la entrada de este blog “Yo no era independista”, no puedo dejar de volver al tema en mi tercera y última paradoja de hoy. Con una anécdota que todos los que se rasgaron las vestiduras (aunque las que querían rasgar eran las mías, sin duda) entenderán. Anécdota deportiva, además. En una rueda de prensa anterior a un partido de la selección española de fútbol (“la roja”, que no separatista, supongo), un periodista de TV3 le pide a Gerard Piqué que responda en catalán, y éste lo hace amablemente. Entonces, seguramente muchos lo habrán visto, Sergio Ramos pone cara de cabreo infinito y suelta más o menos aquello de “ahora respóndele en andaluz, que por lo visto no sabe español”. En esa anécdota se encuentran algunos de los argumentos de mi texto: a muchos de aquellos que solamente conocen un idioma les molesta que se socialice el uso de otros idiomas peninsulares, muy especialmente el catalán. Que nadie se lleve a engaño: si Piqué hubiese contestado en inglés, lengua en la que también es competente, ni Ramos ni nadie se hubiese soliviantado, pero con la lengua catalana la cosa varia. Un par de corolarios finales a este asunto. Primero: resulta patético que los jugadores de fútbol (defiendan al equipo que defiendan), cuyo nivel cultural suele ser bajo o muy bajo, sus niveles de estudio no pasan habitualmente de la medianía, se atreva a hablar de competencias lingüísticas. Y segundo: es lamentable que, por aquello de no tocar lo políticamente inestable, una vez más, por no marear más al sistema, casi ningún periodista se hubiera referido a la anécdota para, aunque fuera sin darle ninguna trascendencia, recordar a los que habían oído a Ramos que el andaluz no es un idioma. Pero el catalán, sí.
Bueno, más paradojas en otro momento, la realidad de la democracia española/catalana es tan dadivosa que nos surte de ejemplos cada día, cada hora, cada minuto...
Otros tantos periodistas (¿quizá eran los mismos?, lo más probable) se hicieron eco de los datos de una encuesta que revelaba que los catalanes manifestaban un mayor desapego a la democracia que los españoles. Y entonces vino el diluvio de los elogios hacia el sistema, se citó una y mil veces aquel rebuzno intelectual de Winston Churchill según el cual la democracia es el menos malo de los sistemas políticos. Y, de aquí, se voló hacia el repudio de las dictaduras cubana, china y soviética (sí, la soviética también, porqué aunque ya no exista, les interesa reavivar constantemente a sus demonios particulares). Una vez más, se prefiere condenar a lo abstracto, a lo lejano o a los indefensos que reflexionar sobre las enfermedades del sistema propio. (Por ejemplo, ahondar en las connivencias políticas en los casos del Palau de la Música, o de la Fundació Caixa Girona. Resulta grotesco que algunos miembros del antiguo consorcio del Palau, que adujeron que Félix Millet les había engañado, y no se dieron cuenta de la estafa, en lugar de descansar durante un tiempo para purgar por lo menos su candidez, si no su incompetencia, sigan pontificando desde varias poltronas periodísticas o incluso creen nuevos círculos culturales.) ¿Acaso ilegalizar partidos políticos no es un acto dictatorial por más que se pongan de acuerdo todos los otros partidos? Si se ponen de acuerdo en esto, ¿no podrían acordar también coartar la libertad en otros registros? Porqué ilegalizando un partido o encarcelando a sus dirigentes (a pesar de qué a éstos no se les conozca ningún crimen fáctico), se está privando a una parte de la sociedad de la libertad de votar aquello que crea más conveniente, guste o no guste al resto de ciudadanos.
Teniendo en cuenta la para mí inesperada repercusión de la entrada de este blog “Yo no era independista”, no puedo dejar de volver al tema en mi tercera y última paradoja de hoy. Con una anécdota que todos los que se rasgaron las vestiduras (aunque las que querían rasgar eran las mías, sin duda) entenderán. Anécdota deportiva, además. En una rueda de prensa anterior a un partido de la selección española de fútbol (“la roja”, que no separatista, supongo), un periodista de TV3 le pide a Gerard Piqué que responda en catalán, y éste lo hace amablemente. Entonces, seguramente muchos lo habrán visto, Sergio Ramos pone cara de cabreo infinito y suelta más o menos aquello de “ahora respóndele en andaluz, que por lo visto no sabe español”. En esa anécdota se encuentran algunos de los argumentos de mi texto: a muchos de aquellos que solamente conocen un idioma les molesta que se socialice el uso de otros idiomas peninsulares, muy especialmente el catalán. Que nadie se lleve a engaño: si Piqué hubiese contestado en inglés, lengua en la que también es competente, ni Ramos ni nadie se hubiese soliviantado, pero con la lengua catalana la cosa varia. Un par de corolarios finales a este asunto. Primero: resulta patético que los jugadores de fútbol (defiendan al equipo que defiendan), cuyo nivel cultural suele ser bajo o muy bajo, sus niveles de estudio no pasan habitualmente de la medianía, se atreva a hablar de competencias lingüísticas. Y segundo: es lamentable que, por aquello de no tocar lo políticamente inestable, una vez más, por no marear más al sistema, casi ningún periodista se hubiera referido a la anécdota para, aunque fuera sin darle ninguna trascendencia, recordar a los que habían oído a Ramos que el andaluz no es un idioma. Pero el catalán, sí.
Bueno, más paradojas en otro momento, la realidad de la democracia española/catalana es tan dadivosa que nos surte de ejemplos cada día, cada hora, cada minuto...
L'altre dia comentàvem amb una amiga: veus? els francesos si que es barallen per fer-se sentir, i nosaltres què? fem una vaga de pa sucat amb oli i tal dia farà un any. Ni a Catalunya, ni fora, no sabem que és la democràcia, tots estem esperant que vingui un pare salvador que ens digui el que cal fer i que ens tregui les castanyes del foc, i ens escandalitzem convenientment, com una senyoreta burgesa recatada, quan quatre joves en fan alguna. On ha quedat aquella Barcelona sindicalista i pal de paller de les reivindicacions laborals del segle passat?
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