La policía golpeaba, en
las calles de Madrid, a los mineros españoles y a todos los que habían
secundado su protesta. Escribir que la policía golpeaba no deja de ser un
eufemismo, las imágenes demuestran que eran más que golpes indiscriminados, se
trataba de dilapidar con la violencia del Estado cualquier atisbo de ejercer el
derecho a protestar. Eso sucedía mientras en las Cortes españolas se
escenificaba otra dilapidación, la del mal llamado estado del bienestar (mal
llamado porque de ese bienestar nunca se beneficiaron todos los ciudadanos ni
en idéntico grado). Mariano Rajoy anunciaba una serie de medidas que unos meses
atrás había criticado con dureza, unas medidas que no figuraban en su programa
electoral. En la calle, la policía de Rajoy/Fernández Díaz (como si hubiera
sido la de Mas/Puig, en la cultura del terrorismo de Estado, los eunucos se
confunden) apaleaba a los ciudadanos, niños incluidos; apaleaba a unos
ciudadanos que protestaban por lo objetivamente cierto: ese gobierno mintió al
subir al poder, aseguró que no haría lo que ha hecho y, si alguien se lo
recuerda, lo abate con la fuerza de la violencia.
Algo está podrido, sin
duda, en este sistema político. No es lógico que permanezca en el poder un
gobierno que ha mentido, que rescata a los banqueros corruptos mientras detiene
y mete en prisión a personas humildes que se limitaban a protestar. Un gobierno
que basaba su corpus doctrinario en el patrioterismo, en la fuerza de España
como nación y que ha tenido que desistir de toda su palabrería para hacer lo
que Europa le dicta. Los argumentos son muchos, pero la enfermedad no reside
ahí. Para mí, lo fatal es que el sistema está tan infectado, tan putrefacto que
si hoy mismo Mariano Rajoy dimitiera, como debiera, por haber mentido, por
llevarnos a todos a la catástrofe (subida del IVA, de las matrículas
universitarias, de las tarifas eléctricas y del gas, bajada de los sueldos,
despidos masivos, limitación en el cobro de los subsidios, reducción de las
pensiones….), si hubiera hoy unas elecciones, lo más probable es que el Partido
Popular volviera a ganar.
Algo está podrido cuando,
a pesar de haber demostrado inutilidad, a pesar de hacer lo que se prometió que
no se haría, la población vuelve a votar a aquellos que mintieron, que
apalearon a nuestros hijos, que se enriquecieron con nuestros ahorros, que en
lugar de defendernos, miran hacia otro lugar o te meten en la cárcel. Y que
nadie me diga que no hay alternativas. El sistema está corrupto cuando la
población no es consciente de que el sentido común indica que, cuando algo no
funciona, hay que cambiarlo, pero no por algo que ya habíamos comprobado que
tampoco funcionó (me refiero, claro está al PSOE). El sistema de partidos
políticos se ha convertido en una dictadura, pero no en una dictadura de
privilegiados, de ilustres, aquí no existe un despotismo ilustrado; todo lo
contrario, los partidos parlamentarios están repletos de personas poco
capacitadas, sin formación universitaria, están ahí por el simple hecho de
militar en una organización, sin ningún mérito. La democracia ha fracasado. Y
el silencio del pueblo frente a la mentira, frente a la violencia, me
aterroriza.
Shakespeare se equivocó,
cuando en Hamlet Marcelo dice aquello
de que algo está podrido en el estado de Dinamarca, sin duda, no sabía que lo
putrefacto estaba mucho más al sur.
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