Este texto apareció el 30/XI/2015 en su versión original en catalán en Vilaweb. Lo podéis leer aquí: "Sense filsoofia". Algunos amigos me han pedido su versión es español. Aquí va:
Dentro de un cierto tiempo la expresión 'tomarse la vida con
filosofía' habrá perdido sentido, los jóvenes no lo entenderán. Será como
aquella del 'disco rayado', que sólo comprendemos quienes habíamos sufrido el
sonido de los vinilos agrietados. ¿Como podrán entender las próximas
generaciones una expresión que contiene un sustantivo, 'filosofía', que será
entonces un hecho residual, anacrónico? El diccionario catalán explica que
'tomarse la vida con filosofía' es la manera de representar la sabiduría aquel
que sabe soportar las vicisitudes de la vida. A partir de ahora, tendremos que
acostumbrarnos a ejercer esta sabiduría sin la filosofía, suponiendo que esto
sea posible.
Bromeo, pero no tanto. ¿No encontráis extraño que se hayan sentido tan
pocas voces en contra de la supresión de la obligatoriedad de la filosofía en
el bachillerato a todos los estudiantes, fueran de letras o de ciencias, como
ocurría hasta ahora? A mí, la verdad, este mutismo no me ha venido de nuevo.
Porque el descrédito de las humanidades es algo que viene de lejos y, cuando
algunos hemos dado el grito de alerta, no hemos recibido ninguna respuesta o,
peor aún, nos han dicho que estamos en la era del pensamiento científico y que
la filosofía ya no es necesaria.
No pienso tratar de convencer a nadie sobre la necesidad del
pensamiento filosófico. Es desazonador tener que recordar que sin espíritu
crítico, sin debate de ideas, los más incultos esparcen su ignorancia, sus
limitaciones y corremos el peligro de que la sociedad piense que, tras ellos,
no hay nada mejor. Estamos dominados por una estirpe de economistas, de
periodistas lengüeteadores, de legalistas (jueces, notarios, abogados), de
políticos, claro, de todos estos que hace años que generan opinión desde los
medios convencionales o analógicos; esos que no se atreven a desacreditar la
ciencia y la tecnología porque no entienden ni un carajo, pero son lo bastante
arrogantes para querer convertir las facultades de filosofía y letras en
desiertos sólo porque saben leer y escribir y se imaginan que, con esto, ya es
suficiente.
En 1936, en plena ascensión nazi, Goebbels firmó un decreto en el que
se prohibía el ejercicio de la crítica de arte. Si acaso, sólo se admitirían
unos informes asépticos que no cuestionaran el impacto emocional de la obra.
Quizás os parecerá que llevo la asociación a terrenos demasiado extremos, pero
de inmediato Bertolt Brecht escribió sobre este decreto que, en realidad, lo
que se prohibía no era la crítica: 'La prohibición de la crítica corresponde a
la prohibición del Arte'. Ya sé que formalmente no estamos en un régimen
dictatorial, pero la medida, no nos equivoquemos, persigue algo parecido:
relegar la filosofía es prohibir el pensamiento, la razón (que tomo como
epónimo de la capacidad de dudar, del 'sapere aude' kantiano) y, en
consecuencia, adentrarnos en la mediocridad. (La mediocridad de aquellos que
sólo saben leer y escribir, no sé si me explico bien.)
No creo que esto sea ningún complot, no pienso que nos encontramos con
decisiones premeditadas, con una confabulación en contra de las ciencias
humanas desde hace mucho tiempo. Esto sería otorgar a los necios que quieren
prescindir de la filosofía una inteligencia que no poseen. Por eso la cosa es
aún más peligrosa. Si no es posible la conjura, eso es que vivimos es una
pérdida exorbitante de calidad de pensamiento, de forma cíclica y perseverante,
casi por perfidia natural. No hace mucho, Eulalia Vintró se quejaba amargamente
de cómo los diputados en el Parlamento español habían caído en actitudes
impropias de aquel templo de representación. ¿Os acordáis de aquel '¿Qué
jaleaban ustedes?' que profirió Pilar Manjón a todos los diputados del PP ante
sus aplausos y carcajadas cuando se estaba tratando con las víctimas del 11-M? ¿Y
en el Parlamento catalán? Un día oí que David Fernández, en un discurso, citaba
Adorno y, por un momento, quiero pensar que las paredes de la cámara se
vigorizaron, se fortalecieron, sobre todo para soportar lo que allí es más
habitual: el mal uso de la lengua, el empobrecimiento de la oratoria, las
frases hechas, la liquidación de los verdaderos razonamientos, el abuso de las
acusaciones interesadas (el "y tú más ', por ejemplo) que no conducen a
ninguna parte y, hace poco, las parlamentarias que mastican chicle desgalichadamente
en lugar de escuchar lo que dicen sus adversarios con respeto y, si es
necesario, tomando apuntes. Digámoslo claro: muchos de estos políticos
desganados y mediocres, cuando oyeron pronunciar la palabra Adorno, debieron
pensar en Navidad.
La pérdida y el descrédito de la filosofía es aceptar que, para
siempre, las televisiones, las radios, las instituciones públicas sean
invadidas por toda una serie de personajes de muy poca categoría. Y, lo que es
peor, que nuestros hijos y nuestros nietos no tengan la capacidad crítica para
encontrar las excepciones, que todavía hay (en TV3 incluso se emite el programa
'Amb filosofia'). ¿No sería hora de que los ciudadanos exigiésemos ciertos
compromisos a los partidos políticos? Por ejemplo: que no volveremos a votar a ninguna
formación en las próximas españolas o, en su caso, en unas inmediatas catalanas
si antes no se comprometen a desmantelar el plan del infausto ministro Wert.
Porque sin filosofía se puede vivir, sí, pero acabas pareciendo un empobrecido
por más chicle que vayas masticando.
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